El clima mediterráneo tiene esa función de acostumbrar el cuerpo a que a cierta fecha ya te rompe los huevos la estación. A mí, en mayo, de verdad ya me tenía podrida el calor. Mi cuerpo quería envolverse, encerrarse en los cafés a conversar y no en los pubs; hacer cucharita y no dormir sin ropa (eso de que en verano parece que tiembla más, y no alcanzo a buscar qué ponerme para salir a poner la cara de poto a la puerta). Quería, por raro que suene, tranquilidad. Ahora es que me tiene podrida el frío. Yo por naturaleza soy de calor. Y odio la lluvia. Odio mojarme, odio sentirme incómoda, odio cuando cae sobre la ventana y hace un ruido que me asusta. Lluvia te odio, y por muy agosto que sea aún, ya no te quiero en mi vida. Menos hoy, menos ahora, en este tiempo de mi vida.
Necesito vacaciones.
Respirar. Un día entero de solcito, para salir andar en bici.
Bueno, al menos el clima me acompaña en la vaina.
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